martes, 27 de septiembre de 2016

Se acabó la relación: el duelo en la ruptura de pareja

Sobreponerse a una ruptura de pareja, en la mayoría de ocasiones, puede suponer una tarea complicada difícil y dolorosa. Pero esto no la convierte en no sea superable, y es que como se dice “de amor ya no se muere”. La clave para llegar a la superación reside en la aceptación final de esta pérdida, a lo que se llega a veces con un proceso en parte similar al de un duelo tras un fallecimiento. Ahora bien, en el caso de una ruptura es una pérdida diferente en la que la persona con la que queremos estar continúa su vida pero no nos quiere en ella o al contrario. Y el duelo en este caso tendría que ver con elaborar la pérdida de la relación y de la pareja, para aceptar y readaptar nuestra realidad a la vida sin esta otra persona.  
El duelo es un proceso doloroso de ajuste emocional en el que aparecerán un amplio abanico de reacciones emocionales. Cuando se trata de un proceso de elaboración de una ruptura, se va a pasar por diferentes fases o etapas, que irán desde una negación inicial hasta una asimilación y reorganización de la propia vida con la nueva situación.
Fases del duelo en una ruptura de pareja
Las diferentes etapas por las que se pasa tras una ruptura son similares a las de un duelo por fallecimiento, aunque con matices debido a la diferencia entre las situaciones desencadenantes.  Algunos expertos hablan de que a veces en según qué personas, el duelo por una ruptura puede llegar a ser tan intenso o más que el de un fallecimiento ya que mientras que cuando alguien muere sabemos que la muerte forma parte de la vida, en una ruptura se sabe que la persona sigue existiendo, hace su vida pero no quiere estar contigo. Como al fallecer un ser querido, cuando se acaba una relación perdemos algo, una relación, a una persona muy importante y es complicado asimilar esa pérdida. Además, como comentábamos antes frente a una ruptura cuando somos la persona que han dejado tenemos que aprender a vivir con que la otra persona ya no quiere compartir su vida con nosotros, sigue existiendo pero le hemos “perdido”. De ahí que existan matices frente al duelo por una muerte en el que esa persona ya no existe.
Las fases por las que una persona puede pasar cuando tiene que procesar un duelo por una ruptura de pareja serán, grosso modo:
  • Shock o impacto inicial: Caracterizado por incredulidad e irrealidad principalmente. Cuando a una persona le deja su pareja, frente al anuncio de la ruptura es fácil que se reaccione en un estado de “shock” que durará de horas a días. Durante este período, esta persona no será capaz de asimilar de manera real lo que ha ocurrido.
  • Negación: En esta fase, la persona intenta negar que ha ocurrido la ruptura y no acepta la realidad. Aparecen falsas esperanzas, pensamientos irracionales y justifica que “algo ha ocurrido” pero que “volverán a estar bien”, por ejemplo. Aparecen todo tipo de pensamientos y conductas para amortiguar el dolor y negar la situación. Además es probable que durante este momento no se notifique al entorno de la ruptura, como si fuera algo pasajero.
  • Ira, rabia y enfado: La persona se sentirá herida, aparecerán sentimientos teñidos de resentimiento y rencor hacia la otra persona. Esta ira y la tristeza es muy probable que se entrelacen y aparezcan de manera recurrente en este proceso. Y en cada uno aparecerán en un punto diferente en función de características tanto personales como de la relación en particular. 
  • Tristeza y dolor intenso: En este punto comienza a procesarse que la ruptura está ahí y que se va a mantener así. En el momento en el que la persona se da cuenta de esto aparecerán un ánimo deprimido y ausencia de ganas de hacer nada. El pensamiento se puede volver obsesivo (todo en torno a la pareja) y podrían darse trastornos en el sueño, descuido de la imagen personal, alteraciones en la alimentación, llanto…
  • Las emociones descritas de ira y rabia y las de tristeza aparecerán en diferente orden para cada persona. Dependen aquí muchos factores de la relación e individuales y es muy común que se pase de un tipo de emociones a otras con facilidad e incluso de manera entremezclada. Siendo esto cierto para todas las fases, especialmente estas emociones vendrán bastante de la mano en el proceso de elaboración de la ruptura.
  • Aceptación: La aceptación no implica ausencia de dolor o tristeza, pero la persona comienza a encontrar una cierta paz con respecto al proceso de ruptura. Ya no aparece el pensamiento constante alrededor de la pareja ni tiene la necesidad de hablar constantemente de él o ella. Además comienza a disfrutar de la compañía de otras personas sin que lo anterior le interfiera.
  • Reasimilación o resolución: Más de un autor habla de una última fase en la que tras aceptar la ruptura la persona comienza a reorganizar y reestructurar su vida sin la otra persona. Empieza a retomar actividades abandonadas y organiza su día a día para seguir adelante por sí solo/a. Suele ser una etapa caracterizada por los cambios, se trata de un momento en el que se comienza a rehacer su vida (no tiene por qué implicar a otra pareja ojo. Solo que comienza a vivir en paz a pesar de haber roto.

Además, en algún punto entre estas etapas podrá aparecer un proceso de negociación en el que se darán conductas como intentar mantener la amistad, intentar seguir en contacto o proponer modos de “salvar” la relación. Probablemente aparecerá en fases entre la negación y la tristeza, en momentos en los que aparece mucha nostalgia y tristeza hacia la relación.
No obstante y al igual que en el duelo por una pérdida debida a la muerte estas fases no son estáticas ni están completamente definidas. Pueden darse de manera entremezclada, ir y venir y no darse en este orden exacto; la vida emocional de cada persona individual no es una ciencia exacta, cada persona ha tenido sus vivencias y relaciones personales diferentes.
Una ruptura supone un evento estresante  para las personas, es como si el cerebro entrara en un peligro vital, de repente mi vida cambia. Además su impacto  variará en función de diferentes aspectos de la relación así como variables individuales. Características de la relación como la fase en la que se encontraban, si ha habido convivencia, hijos... influirán directamente. Cómo se acabe esta relación y qué papel tiene cada uno influirá también. Cabe destacar aquí que contrario a lo que podría intuirse, el dolor que produce una ruptura no tiene por qué ser (ni es) proporcional a los años de relación. Tiene que ver con otros factores como el grado de enamoramiento, la fase en la que se encuentra la pareja, el grado de complicidad y adoración, si ha habido idealización de la pareja o si ha sido una relación vinculada desde lo tóxico. Por último, las características personales de cada uno determinarán en gran medida cómo se va a procesar todo el duelo y por supuesto de los recursos y experiencias individuales para hacer frente a la nueva situación sin la pareja.

Sea como sea, el elemento clave que ayuda a superar una ruptura es ser capaz de colocar el punto final y no fijar como objetivo recuperar a la otra persona. A partir de que este punto final se ha fijado es cuando puede comenzar a procesarse realmente la pérdida de la relación y del otro como pareja, para poder llegar a esa aceptación y reorganización del que hablábamos anteriormente.