La ansiedad es una
respuesta de activación ante la
anticipación o la presencia de un estímulo que puede resultarnos más o
menos amenazante y que en niveles bajos resulta adaptativa, pero si aparece en
periodos cada vez más largos con gran intensidad y/o con estímulos no
amenazantes ya lo consideraríamos problemático o patológico.
Cuando una persona siente ansiedad, lo que más destaca de
dicha experiencia es esa sensación de intenso malestar y los síntomas físicos
que está experimentando: sensación de ahogo, naúseas, palpitaciones,
temblores…Por este motivo, se le suele dar una mayor importancia a estos
síntomas y no se tiene muy en cuenta los pensamientos que está teniendo la
persona en ese momento. Sin embargo, el pensamiento juega un papel central en
la aparición de la ansiedad!
Si un día determinado en una fiesta con mucha gente, tenemos
esos síntomas de ahogo, nervios y angustia
y sentimos urgencia de huir y escapar, puede ser que otro día que
estemos en otra fiesta nuestra mente empiece a generar pensamientos del tipo: “Me va a volver a ocurrir” “no
puedo respirar”…etc, lo que nos llevará a experimentar esos síntomas físicos
que la mera situación por sí misma no genera y empecemos a coger miedo a acudir
a fiestas o a sitios donde haya mucha gente.
Este es el mecanismo por el que suele actuar la ansiedad, y
en él es crucial nuestra sensación de no
control y este diálogo interno que tenemos con nosotros mismos.
Los factores condicionantes y desencadenantes de la
ansiedad pueden ser diversos: los relacionados con el ambiente, los familiares,
genéticos, químicos…etc
La preocupación excesiva ante una situación ansiógena,
genera aprehensión, manifestándose a través de dos tipos de síntomas:
a) Síntomas de la ansiedad psicológicos : nerviosismo, irritación,
inseguridad, miedo a estar solo, dificultad para la concentración intelectual,
agitación motora, insomnio, sobresaltos frecuentes, todos originados por ese
grado de ansiedad que no desciende.
b)
Síntomas de la ansiedad físicos: los más comunes son, taquicardia, aumento de la
frecuencia cardíaca, alteraciones en el reflejo pupilar, tensión y contracturas
musculares , temblores, sudoración intensa, etc. Es importante aclarar, que no
todos estos síntomas están presentes en el paciente que tiene ansiedad, pero sí
algunos de ellos.
En atención primaria todavía es difícil de diagnosticar en la práctica, pues los pacientes deciden acudir a consulta después de la aparición de complicaciones como depresión clínica o abuso de sustancias.
Entre las opciones de tratamiento disponibles se puede percibir un cambio en el estilo de vida, exposición al estímulo temido, razonamiento y cambio de pensamientos, control del estrés, relajación, hipnosis..etc y el tratamiento farmacológico.
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